viernes, 27 de noviembre de 2015

John le Carré. El espía que surgió del frío.


Había una muchacha de pie en la playa echando pan a las gaviotas. Le daba la espalda. El viento marino jugaba con su largo pelo negro y tiraba de su abrigo, convirtiendo su cuerpo en un arco tenso hacia el mar. Supo entonces qué era lo que le había dado Liz: lo que tendría que volver a encontrar si regresaba alguna vez a Inglaterra: era el ocuparse de las cosas pequeñas, la fe en la vida corriente, la sencillez que le hace a uno partir un pedazo de pan en una bolsa de papel, bajar a la playa y echárselo a las gaviotas. Era ese respeto por lo sencillo que nunca le habían permitido tener: fuera pan para las gaviotas o fuera amor, fuera lo que fuera volvería para encontrarlo; haría que Liz se lo encontrara.