jueves, 8 de octubre de 2015

Luis Landero. El balcón en invierno.


A veces creía estar a punto de tener una intuición maravillosa, o de sentir la inminencia de una tarea capaz de apasionarme, pero bastaba un rumor en el piso de arriba, el grito lejano de un niño, el vago insinuarse de otro pensamiento, para que se me borrara de la memoria lo que tanto prometía, y la distracción se consumase en olvido. A todos los ocurre, y esas súbitas trascendencias vencidas por una minucia definen bien nuestra cómica condición humana.