Rieux sabía lo que estaba pensando en aquel momento el pobre viejo que
lloraba, y también, como él, pensaba que este mundo sin amor es un mundo
muerto, y que al fin llega un momento en que se cansa uno de la
prisión, del trabajo y del valor, y no exige más que el rostro de un ser
y el hechizo de la ternura de un corazón.